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domingo, 3 de agosto de 2014

Más allá de tus sueños

No pudo ser mejor, un viaje a Milán con gastos pagados para llevar a cabo un estudio exhaustivo sobre las nuevas tendencias que nos iba a deparar este invierno tan frío.

Me iba a hospedar en un hotel precioso de el centro histórico de Milán.

Nada más llegar me sorprendió la escalinata de cuento que te llevaba a una entrada más increíble todavía.

Stilettos rojos
Al dirigirme a la entrada, no pudo ser más bochornoso el hecho de que se me rompiera el delicado tacón de uno de mis preciosos stilettos nuevos. Llevaba 2 meses ahorrando para tener mis primeros Manolo Blahnik, los cuales me cautivaron cuando se los vi puestos a Carrie en "Sexo en Nueva York".

En ese instante no pude evitar romper el otro tacón, para que estuviera nivelado con el otro, porque tenía la sensación de que medio Milán me estaba mirando.

Pero resultó que solo disfrutó del espectáculo un joven apuesto y muy atractivo, puesto que me sonrió de una manera muy dulce. Deje de soñar con su sonrisa y me dirigí a la recepción.

Me dieron la habitación 101. Superó con creces mis expectativas, por su decoración y la calidez que transmitía su acogedor ambiente.

Por la noche cuando acabé de acomodarme y demás, decidí cenar en el hotel.

Nada más sentarme me dieron la carta, y al levantar la mirada me quedé pasmada al ver de nuevo aquella dulce sonrisa que horas antes me hizo soñar. No podía creer que fuera él el que iba a servirme.

Pasaban los minutos y la tensión seguía palpante cada vez que me atendía.

Al retirarme el último plato se rozaron nuestras manos y sentí una gran complicidad, que se reforzó con su mirada penetrante.

No sabía que postre escoger e inesperadamente él me susurró:

- "Déjame sorpenderte"

Habitación 101
Cuando me trajo el postre y probé aquella delicia pensé en voz alta:

- "Es mejor que un sueño"

Él volvió a sonreír dejando mi corazón a más de 100 latidos por minuto.
No quiero ser pesada pero me derretí nuevamente.

Durante los siguientes días hubieron más juegos de miradas, sonrisas y supuestas caricias hasta finalizar mi estancia, y no menos importante, mi trabajo.

Al volver de mi último desayuno en el hotel, recogí mi equipaje apenada por tener que partir de nuevo a casa, y al salir de la habitación, justo en frente de mi puerta tropecé con una preciosa caja roja. Supe que era para mí porqué llevaba una tarjeta con mis iniciales.

Abrí la caja y no me lo pude creer. Unos stilettos iguales que los que se me rompieron el primer día al llegar al hotel.

Nerviosa y emocionada me apresuré a leer el interior de la tarjeta.

Sentí de nuevo la complicidad con cada una de esas palabras:

"Con estos zapatos podrás ver más allá de tus sueños"
  PD: Me encantó sorprenderte.

Y esta vez la que sonrió dulcemente fui yo.

martes, 14 de mayo de 2013

Incompetencia simpática

2 Casos cotidianos en que la incompetencia vuelve a ser de nuevo la protagonista:

En la cafetería:

mujer y gato tomando café
Cuando uno no tiene el doctorado en cafés y cócteles, suele pasar lo que me pasa a mí todos los días.
Pides un café con leche cortito, 3 de azúcar, sin espuma y muy caliente y la cara del camarero es como la mía, en el hipotético caso de que me regalaran unos zapatos de Alexander Mcqueen, alucinante y escalofriante a la vez.

En el supermercado:

No especificaré el sitio, porqué no quiero un boicot de comentarios insultantes, que tampoco tendré intención de leer.
Cuando una está en esos días del mes, en que te apetece chocolate, batidos y múltiples grasas que jamás te van abandonar, pasas a pagar por caja, y la simpática chica con un aroma exótico, abundante rimmel y tinte claramente casero, suelta esa frase que retumba por todo el establecimiento:

"¿Te vas a poner fina eh? Como se nota que estamos en esos días, porqué esa cara pocha solo puede ser por tu jefe, o por la regla."

Después de ventilarte 10€, añade mientras te vas:

"Venga tía que vaya de lujo y no comas mucho, no vayas a engordar más"

Son situaciones que acompañadas de lluvia, mucho trabajo, y agujetas de la última clase de pilates, la cual prometiste no volver, hacen de un simple día, un día de incompetencia simpática.